miércoles, 13 de febrero de 2008

DE LA REDUCCION DE SAN JAVIER A LA CAPITAL DEL VIRREYNATO

Mayo de 1755. Florián Paucke y sus Mocovíes llegan Buenos Aires

Hugo Di Leonardo

“Llevo una vida alegre y alborozada, pues canto, a veces a la tirolesa, toco los instrumentos que me gustan y bailo también en rueda........." (Carta del Padre Martín Schmid al Rev. Padre Schumacher S.J., fechada en San Rafael, Chiquitos, en 1744)
La Conquista de América por los españoles, tiene aún hoy connotaciones distintas, y despierta además opiniones encontradas.
Pero, sin duda fueron los Padres Jesuitas, los que con su obra evangelizadora lucharon por la integración de estos dos mundos, por entonces muy distintos desde todo punto de vista.
Para ello fue necesario no solo llevar la palabra de Dios sino ponerla en práctica verdaderamente.
En 1534, Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús con un ideal, el de la profundización, la defensa y la difusión de la fe. El juramento a la Orden compromete a cada miembro a desarrollar una tarea misionera.
Desde Sevilla, sede de la Compañía partieron hacia el Nuevo Mundo los Hermanos de la Orden con la misión de llevar el evangelio a las tierras descubiertas.
Esta gran aventura de los Padres Jesuitas por tierras americanas los llevo a cubrir territorios extensos y muchas veces inhóspitos, para integrar a las distintas comunidades aborígenes.
El método de la Orden era distinto de todos los criterios llevados a cabo anteriormente. Evangelizar no era solo “Convertir y Europeizar” sino conocer y adaptarse a las costumbres de los aborígenes del lugar y por lo tanto ésta era una conversión por medio de la persuasión.
Pero fue sin duda la música uno de los elementos esenciales a través de los cuales los Padres Jesuitas lograron una mejor adhesión a su doctrina. Allí esta la obra de Martin Schmid, Louis Berger, Antón Sepp, Jean Vaisseau y Domenico Zipoli, entre otros, Florián Paucke (1719-1780).
De origen austríaco el Jesuita Florián Paucke arribó al nuevo continente en 1749 trasladándose a Córdoba. Luego de permanecer un tiempo en la ciudad se dirige a Santa Fe en donde se establece como misionero en la reducción de San Javier. (San Francisco Javier) A partir de 1750 Paucke desarrolla una fecunda labor con los aborígenes Mocovíes, que habitaban en la región del norte de la Provincia de Santa Fe, y vecinos de Abipones y de Guaraníes.
Con ellos llega a formar un grupo de excelentes músicos. Varios de los instrumentos utilizados llegaron a ser fabricados por los propios aborígenes y lograron un desarrollo importante con la ayuda de los padres Jesuitas en la construcción de los mismos, destacándose arpas, violines y laúdes, entre otros.
Debe haber sido fructífera la labor de Florián Paucke, con “Sus Mocovíes” puesto que la fama trascendió a otras regiones y es así que en 1755, el Padre Provincial a cargo de la Orden lo invita a venir con sus músicos a Buenos Aires, pero con 3 meses de anticipación a la Festividad de San Ignacio.
Es así, que un grupo de alrededor de 20 Mocovíes o Mocobíes, acompañados por Paucke y entre ellos Joaquín Giochimbogui, el mejor violinista, “que por tanta ponderación nadie le fuera igual en Buenos Aires”, partió desde la Misión de San Javier, en los últimos días del mes de abril de 1755, para arribar a Buenos Aires, a mediados del mes de mayo.
Todos se alojaron in Collegio, como describe el propio Paucke, pero sus alumnos no querían dormir en otro lugar que no fuese en la misma habitación que el jesuita, por tanto este debió habitar en una sala grande en donde estuvieran todos juntos.
La llegada de los músicos Mocovíes, despertó curiosidad en los habitantes, ya que los primeros ensayos en la iglesia fueron muy concurridos por “huéspedes de la mas principal nobleza de la ciudad”, que en grupos de 30 o 40 escuchaban esta “música india” con sorpresa y admiración.
“Finalmente a la Víspera del Santo Padre Ignacio, el pueblo se reunió en tanta cantidad para la víspera que nosotros no solo tuvimos que cerrar el coro sino que dos granaderos armados debían estar al lado de la puerta para que no entrara el pueblo”.
El propio Obispo de Buenos Aires celebró las Vísperas y al día siguiente la Misa cantada (¿Sería la Misa de San Ignacio de Domenico Zipoli? ).El propio Paucke relata con sorpresa estos episodios y dice que “aunque en las Iglesias de Indias se hace música, no se halla tan dotada con instrumentos, sino solo por órgano y los cantores. Cuando hay una música con instrumentos, tienen ellos acaso un arpa y algunos violines, tocan minuetes, marchas y algunas piecitas semejantes entre una misa chica, por lo cual les ha parecido muy extraño pero les ha gustado muchísimo que misas y vísperas fueran cantadas conforme al orden, y esto por mis indios que pocos años antes eran aún paganos y no habían oído música en su vida”.
Días después de las festividades el propio Obispo pidió a Paucke que los músicos tocaran para él. El jesuita debió acompañarlos ya que los aborígenes no querían ir solos. “Yo los envié con sus instrumentos y sus musicales (libros de notas), de los que yo tenía en existencia en buena cantidad y que mis músicos podían tocar muy hábilmente. La música de mis muchachos fue para la admiración y diversión de los huéspedes y ellos no hubieran creído jamás que entre semejantes bárbaros se encontraría tal habilidad para un arte armonioso tan difícil si ojos y oído no los hubiera convencido”.
Las disputas entre España y Portugal, hicieron que en 1767, los Jesuitas fueran expulsados de América. El Hermano Florián Paucke retornó a Europa, en donde falleció en 1780, pero dejo un enorme legado en relatos como Hacia allá y para acá, donde refleja su estancia con los Mocovíes entre 1749 y 1767 (Relato que se encuentra en el convento cisterciense de Zwettl, en Austria) y además cuadros de la época en donde se pueden observar las actividades diarias de los Mocovíes.
FLorian Paucke (o Baucke) nació un 24 de septiembre de 1719, en Witzingen , en la región de Silesia, que se interpreta, a la época podría ser austriaca o polaca, cerca del río Oder. Falleció en 1780 en Neuhaus, en la región de Bohemia.Mas de dos siglos pasaron, pero perdura aún la grandeza de la obra de la Compañía de Jesús. Basta recorrer la Provincia de Córdoba y conocer las Estancias Jesuitas de Alta Gracia, La Candelaria, Jesús María, Santa Catalina, Colonia Caroya y la propia Manzana Jesuítica en el centro de Córdoba capital, para admirar su obra creadora, además de las otras reducciones dispersas entre el Paraguay, Bolivia, Brasil y ese conmovedor lugar de la Provincia de Misiones que son las ruinas de San Ignacio.

Mini.Bibliografía-
Jorge Fondebrider, La Buenos Aires Ajena, Emece, Buenos Aires, 2001 (Traducción de Edmundo Wernicke)-
Facundo Agudín, Música en Chiquitos (Latin American Baroque Works), en el CD Testigo TT10106, 1995-
Leonardo Waisman Músicas de las Misiones de Chiquitos, en el CD Melopea discos CDCCM 008, º992-
Alain Pacquier, Les Chemins du Baroque (Misiones Jesuíticas-Del Altiplano al Altiplano), en el CD K 617-025, 1992

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